El hecho de que algunos alumnos con alta capacidad no
muestren un alto rendimiento académico es una cuestión que suele dejar
perplejos a padres y maestros. La respuesta siempre es la misma. Estos niños no
encuentran en el sistema educativo ordinario respuestas a sus necesidades
educativas especiales.
Entre las causas de este bajo rendimiento escolar nos
encontramos con tres factores principales: La falta de motivación, los
problemas emocionales y la inadaptación social.
La falta de motivación provocada por un currículum
que no está adaptado al nivel de exigencia de aprendizaje del niño, por tanto
se aburre en clase, se fatiga debido a la rutina de las actividades escolares,
se distraen con facilidad ya que no es de interés la actividad que realizan en
clase y no satisfacen su creatividad.
Los problemas emocionales. Este alumnado tiene gran
sensibilidad hacia los sentimientos propios y hacia los sentimientos de los
otros, tienen mayor empatía y sensibilidad ante los demás, esta intensidad
emocional hace que se involucren personalmente en diferentes situaciones
personales y sociales, lo que resulta extraño y provoca rechazo ante los demás.
La dificultad para relacionarse entre pares
intelectuales que comparta intereses y juegos y expectativas sobre la amistad,
junto con un entorno que no promueve la excelencia y les hace sentir diferentes
o extraños por sobresalir, genera una estrategia de mimetización por la que
intentan adaptarse a lo que les rodea para no sentirse diferentes, una manera
de hacerlo es no destacando sobre el resto, para evitar el aislamiento.
Procesan mayor cantidad de datos en menos tiempo y su
elevada capacidad para relacionar conceptos, les lleva a conclusiones que
chocan en un sistema de respuesta única y limitada al curriculum
pre-establecido por edad. Su elevada curiosidad les lleva a cuestionarse las
premisas que el maestro proporciona en el aula, su mente viaja
interrelacionando conceptos, asignaturas y conocimiento. En estas
circunstancias y, cuando la escuela no esta formada y preparada para canalizar
este potencial, el niño no encuentra la forma de desplegar su capacidad y
destacar en ejercicios memorísticos de respuesta única.
Pero un apartado importante son también lo que Terrasier
definió como “disincronias”. La disincronía no es una deficiencia o una
enfermedad, tan sólo pone nombre al desequilibrio que a veces se produce
en los niños, especialmente en los niños de alta capacidad, por el hecho de que
su desarrollo cognitivo o emocional corresponde a un nivel de madurez superior
a, por ejemplo, su desarrollo psicomotriz, verbal o afectivo.
Se conoce también la disincronía externa o social, latente
cuando no hay un equilibrio entre el propio niño y el entorno. Esta disincronía
se produce en la escuela o en casa cuando los estímulos no satisfacen las
necesidades del niño.
El hecho de que algunos niños no muestren un desarrollo
sincrónico en todas sus habilidades, o que su desarrollo físico o psicomotor no
acompañe su desarrollo intelectual, viene a reforzar lo que la investigación
internacional expone desde los últimos 15 años :
- Las
altas capacidades no son una cuestión de ser o no ser, sino un proceso en
desarrollo.
- El
niño de alta capacidad es aquel que destaca en una o más áreas, pero no
necesariamente, en todas las áreas.
- El
potencial debe ser trabajado y acompañado por los educadores, para lograr
que cristalice en talento y el niño se convierta en un adulto equilibrado”.
Así Terrasier nos habla de las siguientes:
DISINCRONÍAS INTERNAS
- Disincronía intelectual-psicomotora: Los niños no poseen la misma precocidad en el plano psicomotor que en el plano intelectual. A pesar de que pueden caminar y leer antes de tiempo, dominan un amplio vocabulario y son capaces de comprender explicaciones complejas para su edad, muestran dificultad a nivel de la escritura y son incapaces de seguir el ritmo de la programación mental. Su desarrollo motor no le permite escribir aunque en su intelecto ya tiene las capacidades para hacerlo, provocando un parón hasta que el desarrollo motor del niño le permite escribir. (La mano no sigue a la mente).
- Disincronía
entre el lenguaje y el pensamiento: La capacidad de razonamiento
va por delante de la capacidad de lenguaje en el niño de altas
capacidades, entienden más de lo que saben expresar verbalmente o no
tienen aún capacidad para controlar la velocidad de su pensamiento y la
cantidad de ideas u opciones de respuesta que su mente genera. Pueden
expresarse peor que un niño que se ha esforzado en memorizar los
contenidos. (La lengua no sigue a la mente).
- Disincronía
entre los diferentes sectores del desarrollo intelectual: Esta disincronía se
manifiesta, por ejemplo, en la diferencia de puntuaciones en tests que
evalúan las adquisiciones verbales y tests que evalúan la capacidad
de razonamiento, de manera que la mayoría de las veces se comprueba
que la edad mental relativa a las adquisiciones verbales es menor que
la relativa al razonamiento (verbal y no verbal). Esto es porque las
pruebas de razonamiento miden más el pensamiento inteligente mientras
las pruebas de adquisición miden más un saber. Por otro lado,
esta diferencia de resultados se debe, en parte, a que la educación
formal estándar no permite a estos niños utilizar normalmente su
potencial, lo que lleva a la conclusión de que un entorno
escolar mediocre tiende a desarrollar este aspecto de la disincronía interna
del niño.
- Disincronía
afectivo-intelectual: Hace referencia al desfase entre
el desarrollo intelectual y emocional o afectivo. Su capacidad perceptiva
y para relacionar conceptos les proporciona información que no pueden
procesar adecuadamente por su corta edad. Este desfase puede llevar
al niño a adoptar comportamientos que escondan su inmadurez, aunque
siempre hay momentos en los que ésta se pone de relieve, como por la
noche, cuando la ansiedad y los miedos suelen aparecer. Algunos
padres tienen serias dificultades a la hora de aceptar el verdadero
desarrollo emocional de su hijo superdotado y, para el niño, tampoco
es fácil, ya que su alta capacidad le permite el acceso a
informaciones que su inmadurez afectiva no sabe asimilar. Cuando no
puede gestionar o elaborar las sensaciones y emociones, entra en
juego de forma preferente, aunque no de forma única, el mecanismo de la intelectualización,
que las reprime con un discurso frío y racional. Por tanto, hay
que esforzarse en permitir a estos niños expresar sus sentimientos,
sus placeres y disgustos, sus vergüenzas y sus furias; hay que
permitirles equivocarse, fallar, enfrentarse a dificultades… y
enseñarles a hacerles frente de forma adecuada. (el corazón no sigue a
la mente).
DISINCRONIAS SOCIALES
- Disincronía
social: Resulta del desfase entre la pauta interna del
desarrollo del alumnado de altas capacidades y la norma social adecuada a
la infancia. Cuando el niño tiene que adaptarse a la norma única del
sistema educativo escolar, le provoca un fracaso escolar paradójico. Se
espera que tengan un “comportamiento normal” tanto por parte de sus padres
como de sus compañeros. El niño propone juegos que sus compañeros no
siguen, no entienden o no les divierte, los encuentran complejos o con
demasiadas normas. (sus amigos y sus juegos no están a la altura de su
mente).
- Disincronía
niño-escuela: Desfase entre la rapidez del desarrollo mental
del niño superdotado y la velocidad media de desarrollo por la que se
rige el sistema educativo. Si en el aula no hay otros niños con los que
compartir intereses, presentan dificultades en su desarrollo,
dificultades de relación y dificultades de identificación con sus
compañeros. Si no se desarrolla en un ambiente enriquecedor, estos
alumnos ven sus aptitudes no valoradas, no exigidas, no utilizadas
ni desarrolladas. Como reacción a esta situación, el niño se
volverá distraído para defenderse del aburrimiento generado por un
ambiente tan poco estimulante. En consecuencia, el niño (mientras
continúe interesándose en las actividades escolares) podrá
obtener éxito frente a problemas complejos (y estimulantes) pero
enfrentarse con una actitud superficial y equivocarse tontamente
frente a tareas sencillas, repetitivas y poco motivadoras. (La
escuela no sigue a la mente).
- Disincronía
familiar: Los padres son los primeros que reconocen las altas
capacidades de sus hijos, pero al mismo tiempo quieren que éstos se
ajusten a la norma. Muchos nos saben responder a la curiosidad de
conocimiento de sus hijos, cosa que se complica más en un ambiente familiar
con un estatus cultural bajo provocando que el niño prefiera
ajustarse a las capacidades de la familia y evitar sentimiento de culpa.
En estos casos, la familia no proporciona al niño un lenguaje y un
pensamiento organizados de forma satisfactoria para él, ni tampoco
modelos adecuados para construir su identidad. (La familia no sigue a la
mente).
- Disincronía
niño-compañeros: La disincronía entre la edad
mental y la edad real implica que estos niños no encontrarán
en los compañeros de su edad una compañía
intelectualmente interesante ni estimulante. Por otro lado,
pueden sentirse desplazados físicamente en compañía de niños mayores,
lo que les llevará, finalmente, a buscar niños de su edad para jugar, o a
no jugar a determinados juegos. Poder entablar relaciones con otros
niños de alta capacidad suele ser positivo para ellos y les permite
aceptarse mejor. Un estudio realizado en el contexto de la escuela
primaria norteamericana mostró que el niño de alta capacidad se
desinteresaba del colegio cuando no había otro niño de similares
características en su clase, y que menos del treinta por ciento de
estos niños tenían un rendimiento escolar de acuerdo a sus
posibilidades. Si pueden, son niños que suelen buscar el
diálogo con el adulto y, a veces, se vuelven ávidos
lectores, ya que los libros les permiten ir a su propio ritmo y les
ofrecen la oportunidad de profundizar en temas de su interés. (Esta
manía de agrupar por edad).
En conclusión, un buen sistema educativo debe poseer las
herramientas diagnósticas adecuadas para identificar al alumnado con altas
capacidades y proveerles de los apoyos y adaptaciones necesarias para
desarrollar su potencial. El seguimiento del progreso de este alumnado es
fundamental, y es tan importante fomentar el trabajo de su potencial
intelectual como desarrollar el aprendizaje de su inteligencia emocional. Las
herramientas de evaluación deben servirnos para entender mejor las fortalezas
del niño (para potenciarlas y enriquecerlas) y sus debilidades (para
entenderlas, trabajarlas y desarrollarlas).
En este sentido, y tal como reclaman los investigadores
internacionales, la medida del CI, por cuanto no tiene en cuenta todos estos
factores, no puede ser usada como un punto de corte para determinar que niño
“es” y cuál “no es”, sin atender al proceso madurativo y de desarrollo
inherente al concepto de infancia.
Entender al niño como un conjunto de capacidades,
habilidades en desarrollo, emociones, personalidad, desarrollo físico y
entorno, permiten a la escuela y a la familia dar una respuesta eficaz a sus
necesidades. Por el contrario, empeñarse en buscar niños perfectos, con un
desarrollo armónico en todas las áreas y aspectos, no sólo esta lejos de la
investigación científica sobre la alta capacidad, sino que lleva a la
injusticia de dejarse en el camino a un gran porcentaje de niños que requieren
una respuesta educativa diferenciada, y día a día se le esta negando en las
escuelas.