Los niños necesitan más
modelos que críticas
Joseph Joubert
La imitación es una capacidad
innata. Los bebés de apenas unos días de vida son capaces de imitar movimientos
faciales como abrir la boca o sacar la lengua (conductas que están en el
repertorio del recién nacido), lo cual indica que la capacidad para usar
equivalencias intermodales está presente desde el nacimiento (Meltzoff y Moore,
1977).
Actividad predictiva del cerebro de los bebés
En el primer año de vida, los
bebés utilizan áreas de su cerebro que participan en sus propias habilidades
motrices con el objetivo de percibir las acciones de otras personas (Southgate
et al., 2009). Así, el sistema de neuronas
espejo permitiría al observador, en este caso el bebé, comprender una
acción a través de un sistema de simulación motora interna.
En el estudio citado, Southgate y
sus colaboradores registraron la actividad cerebral de 15 niños de 9 meses de
edad mediante electroencefalogramas (EEG). El experimento consistió en dos
fases: en la primera fase los niños estaban sentados frente a un escenario con
las cortinas cerradas. Un brazo mecánico que sostiene un juguete aparece a
través de la cortina y el niño puede cogerlo y jugar brevemente con él (figura
1). En una segunda fase aparece un objeto sobre el suelo del escenario y, en
menos de un segundo, la mano del experimentador aparece y retira el objeto.
Los EEG mostraron una actividad
similar en el cerebro del bebé cuando el experimentador agarró el objeto a la
mostrada cuando él mismo cogía el juguete. Además, cuando los bebés ya habían
observado al experimentador agarrando el juguete, esa misma actividad cerebral
también se produjo justo antes de dicha acción (figura 2).
El hecho de que la actividad en
el cerebro de los bebés sea predictiva sugiere que utilizan su propio sistema
motor con el fin de averiguar cómo se desarrollará la acción de otra persona.
Esta puede ser la base para comenzar a participar en actividades de
colaboración con los demás y podría ser uno de los primeros pasos hacia la
socialización.
Mapas somatotópicos en bebés: explicando el aprendizaje por imitación
Es evidente que los bebés son
capaces de aprender a través de la observación. Para ello necesitan asignar en
su propio cuerpo los comportamientos que observan en otros con la finalidad de
poder imitarlos. Comprender los mapas somatotópicos puede ayudarnos a explicar
cómo los niños aprenden tan rápidamente mediante la imitación.
Los mapas del cuerpo en el
cerebro son una parte importante de la forma en que construimos un sentido
implícito de nosotros mismos a través de la sensación de tener un cuerpo y ver
y sentir cómo nuestros cuerpos se mueven; estos mapas facilitan las conexiones
que construimos con otras personas incluso en los primeros meses de vida
(Marshall y Meltzoff, 2015).
Ritmo mu y neuronas espejo
El ritmo mu es una oscilación que
se puede observar en el electroencefalograma, incluso desde bebés muy pequeños,
en la banda de frecuencia de 8-13 y de 15-25 Hz en ausencia de movimiento. Este
ritmo se da específicamente en la corteza sensoriomotora contralateral, durante
la preparación del movimiento, o bilateral, durante la ejecución del
movimiento. El ritmo mu se desincroniza, suprime o disminuye cuando el sujeto
realiza un movimiento pero también cuando observa o imagina el movimiento
(Pineda, 2005), lo cual, según el autor, supondría una traducción de lo que se
ve y lo que se oye hacia lo que se hace, componente necesario para el
aprendizaje por imitación.
Estudios del grupo de
Ramachandran (2005) en la Universidad de California han demostrado que los
sujetos normales muestran una supresión del ritmo mu en regiones
sensoriomotoras cuando realizan o cuando observan a otro realizar actos motores
específicos. Esta modificación se ha correlacionado con la activación de las
neuronas de la región premotora que corresponden al sistema de neuronas espejo,
es decir, la supresión del ritmo mu sería válida como reflejo de la actividad
de las neuronas espejo.
En un experimento realizado por
Saby, Meltzoff y Marshall (2013) se estudió mediante EEG, centrándose en el
ritmo mu, cómo el cerebro infantil procesa las acciones observadas.
Seleccionaron un grupo de 32 bebés de 14 meses de edad y se asignaron al azar a
uno de los dos grupos independientes: 1. Observar mano (n=15) y 2. Observar pié
(n=17). A los participantes se les colocó una gorra equipada con sensores y permanecieron
sentados en el regazo de su cuidador. El experimentador se sentó frente a ellos
con un juguete desconocido para los niños que se podía activar con una sola
mano o pie. Cuando se presionaba la parte superior del objeto se activaban
estímulos sonoros y visuales que desaparecían al cesar la presión (figura 3).
Los resultados obtenidos fueron
que el ritmo mu mostró una mayor desincronización sobre las áreas de la mano
para los bebés que observaban acciones de la mano, y una mayor desincronización
sobre la zona del pie para los que observaban las acciones de los pies (figura
4).
La diferencia significativa en la
distribución espacial de la respuesta de ritmo mu sugiere una organización
somatotópica de las respuestas cerebrales de los bebés a la observación de la
acción: los procesos cerebrales implicados en la observación de las acciones de
otros están estrechamente vinculados a los procesos que intervienen en la
producción de las propias acciones, es decir, los mapas somatotópicos estarían
vinculados al aprendizaje por imitación.
Reflexiones y aplicaciones prácticas
A nuestro entender, todo lo
expuesto no hace más que corroborar la frase con la que comenzábamos: “los
niños necesitan más modelos que críticas”. Nos gustaría que sirviera de
reflexión para analizar todas nuestras acciones con los niños (tanto en el aula
como fuera de ella).
Debemos establecer con ellos
empatía cognitiva, empatía motora y empatía emocional o, dicho de manera más
práctica: nos ponemos a su altura para que puedan mirarnos mientras les
hablamos, cuidamos nuestros movimientos porque estamos modelando los suyos, no
es necesario que guiemos su mano para que ejecuten una acción, simplemente
seamos su modelo, cuando trabajamos aspectos psicomotores no corregimos ni
damos órdenes sino que hacemos el patrón correcto junto a ellos, acompañamos
los mensajes verbales con nuestro cuerpo (les facilitará la comprensión), si
queremos calmar a un niño antes debemos calmarnos a nosotros mismos, si
queremos que bajen la voz no podemos gritar… y lo que no debemos olvidar nunca
es hacerlo siempre con una sonrisa, ellos nos la devolverán.