Durante mucho tiempo, los
científicos sociales han intentado entender lo que denominan la "trampa de
la pobreza", el
mecanismo que se preserva a sí mismo y provoca que la pobreza persista en una
espiral inescapable. Sin embargo, recientes estudios indican que este
mecanismo no sólo se restringe al funcionamiento de la pobreza, sino que otros
tipos de escasez, como la productividad de los crónicamente ocupados o la
relación de la comida de aquellos que están a dieta, podrían estar
regidos por el mismo mecanismo.
En el libro "Escasez:por qué
tener tan poco significa tanto", escrito por el economista Sendhil
Mullainathan y el psicólogo Eldar Shafir, se nos explica quela escasez de un
determinado recurso reduce nuestra capacidad cognitiva, ocasionando que
nuestro cerebro se enfoque de manera casi obsesiva en una sola cosa: aquella de
la cual carecemos. Este mecanismo, denominado por los autores "tunneling",
significa que la mente se orienta de manera automática y poderosa hacia las
necesidades insatisfechas.
En el laboratorio, Mullainathan y Shafirreplicaron condiciones artificiales de escasez, usando, entre otros mecanismos,juegos de video, y los resultados fueron sorprendentes. La escasez cambia la manera en la que pensamos, cómo ponderamos nuestras decisiones, y cómo nos comportamos: cuando hacemos estas cosas en condiciones de escasez, lidiamos con los problemas de manera diferente.
Las consecuencias cognitivas de la escasez
Mullainathan y Shafir señalan que
hay tres factores de la inteligencia que pueden ser medidos en condiciones de
escasez y en condiciones normales: la inteligencia fluida (la
manera en la que procesamos información y tomamos decisiones), el
control ejecutivo (que determina qué tan impulsivamente nos
comportamos) y la capacidad mental (o como ellos lo denominan,
"ancho de banda"). Todos estos factores se ven reducidos de manera
significativa por la escasez: ésta reduce nuestra agudeza, nuestra visión de
futuro y nuestra capacidad de control.
El estudio llevado a cabo por los
autores dio como resultado que simplementeelevar las preocupaciones
financieras de las personas perjudicaba su desempeño cognitivo incluso más que
los estados de privación de sueño.
Las personas pobres, en el estudio, eran más impulsivas y tomaban peores
decisiones que aquellas que no se encontraban en escenarios de carencia. De
hecho, en mediciones de cociente intelectual,
las situaciones de escasez grave eran capaces de reducir hasta quince puntos el
cociente de una persona determinada, una cantidad capaz de llevar a cualquiera
de una puntuación dentro de la media a una por debajo de la media.
La capacidad de concentrarse en
una sola cosa y dejar de lado todo lo demás puede, al mismo tiempo, ser
muy efectiva para una meta concreta, y muy peligrosa para otras actividades.
La presencia de una escasez de tiempo, por ejemplo, puede hacer que nos
concentremos en una tarea -el informe que debemos entregar- y descuidemos todas
nuestras responsabilidades restantes -que olvidemos ir a buscar a nuestros
hijos al colegio-.
Es así cuando los autores
introducen un concepto denominado slack (que podría
traducirse libremente como "holgura", el espacio libre que queda para
maniobrar). El slack nos permite el lujo de no tener que
elegir. Si estamos preparando nuestro equipaje para viajar, es la diferencia
entre tener una maleta pequeña y tener que decidir cuidadosamente cada elemento
que empacaremos, y tener una maleta grande y poder meter todo lo que queramos
sin preocuparnos porque tenemos suficiente espacio sobrante. Ese
espacio sobrante, que puede referirse al dinero que no está asignado a un gasto
determinado, o al tiempo libre con que contamos luego de trabajar, es lo
que los autores denominan slack.
El slack es,
pues, aquello de lo cual carecen las personas que se encuentran en
condiciones de escasez, y lo que les impide liberar suficiente espacio en su
ancho de banda mental para poder tomar mejores decisiones, sin tener que
incurrir en el pensamiento de compensación: tomar decisiones basándonos en
aquello a lo cual renunciamos -el concepto clásico de costo
de oportunidad-. En la realidad, cuando tenemos suficiente dinero a
nuestra disposición, no estamos pensando en las cosas que no podremos
comprar si nos tomamos ese café adicional o nos comemos ese postre. Ese
dinero no está asignado previamente a un gasto: es slack.
Es así como nos vemos
atrapados en un círculo vicioso de falta de tiempo, dinero, afecto, o cualquier
otro recurso: la escasez misma es lo que nos atrapa, creando las
condiciones en nuestro cerebro para seguir tomando decisiones a corto plazo,
mal informadas, y bajo sensación de urgencia, en vez de decidir lo que es mejor
para nosotros a largo o mediano plazo. Salir de la trampa, por lo tanto,
requiere un esfuerzo mucho más consciente desde un estado de escasez que desde
uno de abundancia. ¿Injusto? Un poco, sí. Pero nadie dijo que la ciencia era
justa.