Guía para el éxito escolar del alumnado con dislexia
Dislexia o cómo aprender de forma diferente
Albert Einstein, Thomas Edison, Leonardo Da Vinci o Walt
Disney, han sido disléxicos. No se trata de una enfermedad, y por tanto no se
cura, pero no se asocia con una menor inteligencia.
Con tres años y medio, al comenzar con el aprendizaje de la
lectura y la escritura, José Ignacio empezó a mostrar graves problemas para
identificar las letras y los números de forma individual. Confundía las letras
entre ellas y algunos números los escribía al revés. Por ejemplo al escribir el
número 3 en lugar de iniciar el trazo desde la parte superior a la parte
inferior, lo hacía al contrario y, en ocasiones, invertía tanto el trazo como
el símbolo y escribía una E. «A los tres años, cuando los niños normalmente
empiezan a aprender a leer identificando las letras con la inicial de un
dibujo, yo no era capaz de identificar cada letra y cuando mis padres me
ayudaban tratando de hacerme relacionar una letra (como la ‘i’) con un dibujo
(el de una iglesia), yo mostraba muchos problemas y me equivocaba diciendo ‘la
o’, o ‘la u’, y mis padres pensaban que estaba bromeando», afirma José Ignacio
Hita , quien reconoce que la dislexia supuso un gran problema en su aprendizaje
inicial del lenguaje escrito.
Según los datos del Ministerio de Educación, Cultura y
Deporte del informe que publico el REDIEE un 10 % de niños en edad
escolar tiene dislexia. Según Eurostat el
fracaso escolar en España ronda el 21,9% (duplica la media de la UE). De los
niños que abandonan la escuela, el 40% tiene dislexia, asegura Gloriana
Hernanz, de la Asociación Madrid Con Dislexia. Se calcula que en España afecta
a alrededor de 4.7 millones de personas (más del 10% de la población).
La dislexia es un problema neurológico que se traduce en una
forma diferente de aprender por parte del disléxico. «Es el trastorno de
neurodesarrollo más común, se manifiesta en el aprendizaje de la
lecto-escritura y presenta dificultades en el proceso lector, en la escritura y
la ortografía», señala la psicóloga Estefanía Egea.
Pero la dislexia no es una enfermedad y por lo tanto no se
cura. Es un trastorno crónico, es decir, «permanece durante toda la vida,
aunque ello no debe ser motivo de alarma –advierte Egea-, ya que la forma en la
que se expresa la dislexia será muy distinta conforme avance el desarrollo
evolutivo de la persona».
Lo más importante es que se realice una detección temprana,
subraya. «Cuanto antes ofrezcamos las herramientas necesarias para ayudar a los
niños a adaptarse al proceso de aprendizaje mayores probabilidades de que
optimicen sus recursos mentales y puedan desarrollar una vida plena».
José Ignacio apenas recuerda lo que supuso ser disléxico de
pequeño. «Nunca he sido consciente de haber sido disléxico dado que me
diagnosticaron y trataron el problema de forma muy temprana y desarrollé
mecanismos para superar los problemas derivados de la dislexia. Antes de los
cuatro años ya había estado trabajando en superarla y a los seis meses de
tratamiento ya tenía un aprendizaje similar al del resto de niños». A pesar de
ello, reconoce, siempre «he tenido alguna reminiscencia cuando tecleo
deprisa o la hora de leer, puesto que no tengo mucha velocidad de lectura, pero
siempre trato de esforzarme para que ello no me influya negativamente. Al
contrario, trato de sacarle partido, por ejemplo al tener una lectura más
lenta, me fijo más en los detalles y corrijo errores».
Peor recuerdo tiene Gloriana de la dislexia de su hija. «Las
dificultades de mi hija pasaron por diferentes etapas: en un principio no
recordaba el nombre de sus compañeros, no sabía atarse los cordones de los
zapatos o los botones, tardó mucho en hablar y cuando lo hizo su vocabulario
era muy pobre. Posteriormente, cuando tuvo que aprender a leer lo hizo mucho
más tarde que sus compañeros, su velocidad, ritmo y entonación estaban por
debajo de los niveles propios de su edad. Su lectura era en espejo, de derecha
a izquierda; leía el principio de la palabra y se inventaba el final; juntaba
palabras, frases. Ello hacía que, dentro de un sistema educativo basado
primordialmente en la lectoescritura, mi hija llevara un retraso importante con
respecto a sus compañeros puesto que todas estas dificultades conllevaban una
deficiente comprensión lectora».
En el caso de su hija sí observaron que la memoria a corto
plazo así como las funciones ejecutivas estaban afectadas. «Aprenderse los días
de la semana, los meses o estaciones resultaba misión imposible», recuerda. «Tenía
disgrafía y disortografía, que hacía que fuese muy difícil entender su
escritura». Y además, «también tenía discalculia, no conseguía aprenderse
las tablas de multiplicar, operar correctamente y su poca comprensión lectora
dificultaba muchísimo la comprensión de los enunciados de los problemas».
Explica la psicóloga Estefanía Egea que la dislexia se
presenta en las primeras etapas evolutivas. «A medida que el cerebro se va
desarrollando, alguno de los módulos independientes que lo conforman sufre una
alteración, impidiendo que la estructura neuronal implicada en el procesamiento
del lenguaje responda normalmente».
Pero no tiene nada que ver con la inteligencia. «Las
personas con dislexia no son menos inteligentes, simplemente tienen una
disfunción estructural en una determinada red nerviosa, en un determinado
módulo independiente, que les impide procesar la información y acceder a ella
normalmente. Este déficit en las conexiones neuronales que procesan el
lenguaje afecta sistemáticamente al aprendizaje porque dificulta la lectura,
escritura y en general, la decodificación fluida de cualquier símbolo».
El problema, apunta por su parte José Ignacio, es que el
sistema educativo actual basa sus resultados principalmente en los exámenes
escritos y la forma de aprendizaje en la lectura de libros de texto, por lo que
es complicado para un disléxico adaptarse cuando el principal problema radica
precisamente en la lectura y en la escritura. Sin embargo, «no hay una relación
directa, puesto que hay muchos casos de personas con dislexia que competimos en
un mercado laboral muy exigente sin que nadie note nuestra condición. Dado que
la dislexia nunca se cura realmente, podríamos pensar que un disléxico no
podría desarrollar una carrera profesional de éxito si ésta afectase de forma
drástica a la inteligencia, y aquí estoy yo para contradecirlo». [José Ignacio
es ingeniero informática carrera que terminó con sobresaliente de nota media y
actualmente es un profesional en su sector con más de diez años de experiencia
en la programación web].
Fracaso escolar, estrés, bajo autoestima
La dislexia no está relacionada con la inteligencia,
confirma Egea,de CogniFit,
pero en cambio, si está relacionada con el índice de fracaso escolar,
desempleo, estrés y baja autoestima. «Hay estudios que afirman que la dislexia
es una patología bastante común entre los delincuentes, los porcentajes de
prevalencia varían dependiendo de la investigación, pero se determina que
alrededor del 30%-48% de los presos padece dislexia». Si echamos un vistazo a
nuestra historia, observamos que muchos de los científicos como Albert Einstein,
Thomas Edison, artistas como Leonardo Da Vinci o Walt Disney, o empresarios
como Steve Jobs han sido disléxicos.
Por eso la importancia de su detección precoz. Al contrario
que el caso de José Ignacio que se detectó y se corrigió a tiempo, muchas personas
disléxicas nunca han sido detectadas porque en realidad hay un gran
desconocimiento de esta condición. «Al igual que yo en un principio –afirma
Gloriana-, la mayoría de las personas piensa que es simplemente confundir la
‘b’ y la ‘d’ y leer algo lento».
Y el problema en España es apenas existen estrategias en la
identificación de esta personas línea. El sistema de educación actual, afirma
Egea, conduce a muchas personas con dislexia a creerse menos válidos que el
resto, peores estudiantes y menos inteligentes. Cuando, como ya hemos visto, la
dislexia no está asociada en ningún momento al nivel de inteligencia. Las
personas capaces sobreponerse a sus dificultades y desarrollar estrategias de
pensamiento alternativas pueden convertirse en mentes brillantes. En un sistema
educativo sensible a la dislexia, señala la presidenta de la Asociación Madrid con Dislexia,
estos niños no tendrían ningún problema. «La prueba está en que cuando terminan
el colegio, son capaces de hacer cualquier cosa, como mi hija».
Además, añade por su lado la psicóloga de CogniFit, las
ayudas precoces permiten evitar la aparición de un cuadro de trastornos
emocionales. «Es importante proporcionar estrategias a las personas disléxicas
no solo en el área escolar, sino también en otras áreas de su vida, familiar,
social e incluso laboral. Para que aprendan a relacionarse y manejarse en su
entorno con seguridad».
Lo recomendable es que si la persona adulta sospecha de
ello, acuda a un profesional y que este pueda realizarle unas pruebas
diagnósticas, detectar aquellas dificultades que siguen estando presentes y
compensarlas mediante entrenamientos específicos para mejorar las habilidades
cognitivas implicadas. De lo contrario, la persona puede verse afectada a nivel
cognitivo, mediante falta de concentración, problemas en la memoria de trabajo
o memoria a corto plazo, velocidad de procesamiento y otras habilidades
imprescindibles para el día a día.
En este sentido, Gloriana cree fundamental que todas las
personas que por su trabajo puedan estar en contacto con la dislexia (Maestros,
médicos, profesores, monitores, etc.) deben tener una formación. «Insistimos en
que es fundamental la detección precoz y la intervención temprana, pero no
menos importante es la formación de los profesores, saber qué es la dislexia y
cómo adecuar dentro del aula es vital para estos niños».
Y por último, peno ni mucho menos importante, está el papel
de la familia. Como reconoce Gloriana, «inicialmente se pasa por una etapa de
desconcierto absoluto sobre lo que les pasa a nuestros hijos y posteriormente
empezamos a buscar soluciones. Es fundamental normalizar la dislexia , que sea
aceptada y comprendida por todos los miembros de la familia puesto que todos en
mayor o menor medida pueden ayudar». Así, en la medida en que el niño disléxico
es comprendido y apoyado en casa hará que tenga mayor confianza para afrontar
las muchas dificultades de su día a día. Es fundamental que se muy paciente con
su hijo y lo ayude a entender que él no tiene ninguna culpa.
¿Qué debemos saber de la dislexia?
-El disléxico nace: La dislexia comienza a hacerse
notable en edades tempranas, cuando comienza la etapa escolar. Aunque hay casos
en los que puede aparecer como causa externa, como por ejemplo, por motivo de
una lesión cráneo-encefálica.
-Es más común en varones que en mujeres, casi el
doble.
-Tiene diferentes manifestaciones en función del género
de la persona. En el caso de los varones, existe un menor volumen de
materia gris en las áreas del cerebro que se utilizan para el procesamiento del
lenguaje, en cambio, en las mujeres, hay un menor volumen de materia gris en
las áreas implicadas en el procesamiento sensorial y motor.
-Tener dislexia no significa estar enfermo, tener menor
interés o motivación y mucho menos significa tener una discapacidad sensorial o
educarte en un ambiente desfavorable. Ser disléxico significa superación y
desarrollo. La dificultad para una persona con dislexia a la hora de
comenzar a aprender a leer o escribir es tres veces mayor, y el esfuerzo que requiere
llegar a superar esta patología implica que las personas disléxicas son un
símbolo de constancia y tesón
-El apoyo emocional es fundamental. Imprescindible
concienciarse de que la inteligencia no es causa de la dislexia, por eso no
debemos permitir que las personas con dislexia sufran las etiquetas negativas
de ‘vago’. La familia, los amigos y profesores deben asumir las
dificultades del disléxico y apreciar sus esfuerzos, ya sea en el deporte, el
arte, las matemáticas o la lecto-escritura.
-Ser disléxico no es tener limitaciones en las opciones
profesionales, ya que que un alto porcentaje de las personas disléxicas
tienen grandes éxitos en sus carreras profesionales.
-Existen múltiples intervenciones para el manejo de
la dislexia, pero lo más importante es el diagnóstico precoz para
aplicarlas cuanto antes.