¿De qué me suena?'. 'Le conozco
pero no sé de dónde'. Seguro que en más de una ocasión quienes leen estas
palabras se han cruzado con alguien a quien conocen pero que no terminan de
situar. En la mayoría de los casos ese despiste está provocado por un encuentro
fuera del ámbito cotidiano que une a las dos personas. Pero hay casos en los
que se debe a una enfermedad, una especie de dislexia que en vez de con
palabras ocurre con los rostros.
Tras un aumento de los casos
conocidos, los investigadores se han dado cuenta de que es más común de lo que
podría parecer. Existe al menos un caso por cada 50 con posibilidad de sufrir
prosopagnosia -nombre técnico con que se conoce a esta enfermedad- en nivel
grave: la incapacidad de reconocer los rostros de personas cercanas (en los casos
más urgentes, los de familiares) hace que las personas que la padecen puedan
experimentar episodios de ansiedad y depresión.
No es un problema de visión,
quienes la padecen ven con normalidad. Esta enfermedad puede ser adquirida, es
decir, puede desarrollarse tras un accidente o lesión cerebrovascular, o de
nacimiento debido a problemas de desarrollo neurológico, según recoge el
portal iflscience.com.
Las relaciones sociales son
complicadas. Para salvar este problema, algunos de los diagnosticados con prosopagnosia
utilizan trucos para reconocer a las personas más allá de sus caras: un rasgo
facial poco común (lunares, tamaño de la nariz), la forma de arreglarse el
pelo, la manera de moverse o la voz. La parte negativa de este 'plan' de
reconocimiento es un imprevisto cambio de peinado, por ejemplo. Así, ver la
televisión, series o películas tampoco es tarea fácil.
Nada tiene que ver este tipo de dislexia con el déficit de atención, la mala memoria o la inteligencia de la persona que la padece. Pero las causas en los casos de pacientes que la sufren de nacimiento aún están por descifrar. Los investigadores estudian varias áreas del cerebro que juegan en el reconocimiento de rostros para ver dónde falla el intercambio de información que debería producirse.
Se sospecha seriamente que
posiblemente la enfermedad tiene un componente genético porque los pacientes de
prosopagnosia suelen tener familiares cercanos a quienes también les cuesta
reconocer caras familiares. Además, las investigaciones también apuntan a que
personas con trastornos como el autismo tienen más riesgo de padecerla.
Ahora se busca la manera de
desarrollar una prueba de fácil detección de la enfermedad para agilizar los
diagnósticos. Por el momento, se está probando un test creado en la Universidad
de Londres con 20 preguntas sobre la dificultad de resolución de cuestiones
cotidianas para detectar a posibles pacientes. Pero queda mucho trabajo por
delante para salir de las conjeturas y entrar en terreno firme.